Batallas, Alianzas y Destinos Entrelazados
La guerra de la Cuádruple Alianza fue un conflicto bélico que enfrentó a España contra una coalición formada por Gran Bretaña, Francia, Austria y los Países Bajos entre 1717 y 1720. El origen de la guerra fue el intento del rey Felipe V de España de recuperar los territorios italianos que había perdido en la guerra de Sucesión Española, especialmente Sicilia y Cerdeña.
En este artículo, vamos a analizar las causas, el desarrollo y las consecuencias de esta guerra, que supuso un fracaso para las ambiciones españolas y una consolidación del equilibrio europeo establecido en el tratado de Utrecht de 1713.
Causas de la guerra
La guerra de la Cuádruple Alianza se enmarca en el contexto de la rivalidad entre las grandes potencias europeas por el control de los territorios y las rutas comerciales en el Mediterráneo y el Atlántico. España, que había sido una de las principales potencias hasta el siglo XVII, había entrado en una fase de decadencia política, económica y militar, agravada por la guerra de Sucesión Española (1701-1714), que enfrentó a los partidarios del archiduque Carlos de Austria y los del duque Felipe de Anjou por el trono español tras la muerte sin descendencia del último rey Habsburgo, Carlos II.
La guerra de Sucesión terminó con el tratado de Utrecht (1713), que reconoció a Felipe V como rey de España, pero le obligó a renunciar a sus derechos sobre la corona francesa y a ceder gran parte de sus posesiones europeas: Gibraltar y Menorca a Gran Bretaña, Nápoles, Milán y Cerdeña a Austria, y Sicilia a Saboya. Además, se estableció un sistema comercial favorable a Gran Bretaña, que obtuvo el asiento de negros (el monopolio del comercio de esclavos con América) y el navío de permiso (el derecho a enviar un barco anual con mercancías a las colonias españolas).
Estas condiciones fueron muy duras para España, que vio reducido su poder e influencia en Europa y ultramar. Por eso, Felipe V, animado por su segunda esposa Isabel de Farnesio, que aspiraba a conseguir tronos italianos para sus hijos, decidió romper el tratado de Utrecht e iniciar una política expansionista para recuperar los territorios perdidos. Para ello, contó con el apoyo del cardenal Alberoni, un hábil diplomático italiano que se convirtió en su primer ministro.
Desarrollo de la guerra
La guerra se inició en 1717, cuando una flota española al mando del marqués de Lede desembarcó en Cerdeña y la ocupó sin encontrar resistencia. Al año siguiente, España hizo lo mismo con Sicilia, aprovechando que Saboya había intercambiado la isla por Cerdeña con Austria. Estas acciones provocaron la reacción de las potencias europeas, que temían que España alterara el equilibrio establecido en Utrecht.
Así, se formó una coalición contra España llamada Cuádruple Alianza, integrada por Gran Bretaña, Francia, Austria y los Países Bajos. Estos países declararon la guerra a España en 1718 y enviaron sus flotas al Mediterráneo para bloquear las comunicaciones españolas. El primer enfrentamiento naval tuvo lugar en el cabo Passaro, al sur de Sicilia, donde la flota británica derrotó a la española.
La guerra se extendió también al continente americano, donde España intentó recuperar Gibraltar y Menorca con el apoyo de tropas francesas enviadas por el regente Felipe de Orleans, primo de Felipe V. Sin embargo, el asedio fue infructuoso y los aliados contraatacaron invadiendo Galicia y ocupando temporalmente Vigo.
En 1719, España lanzó una expedición para invadir Gran Bretaña por Escocia, aprovechando el descontento de los jacobitas (partidarios del rey católico Jacobo II, depuesto en 1688). Sin embargo, la expedición fue un fracaso debido al mal tiempo y a la resistencia británica.
En 1720, la situación era insostenible para España, que se vio obligada a negociar la paz. El tratado se firmó en La Haya y confirmó las disposiciones de Utrecht, con algunas modificaciones: España devolvió Sicilia a Austria y recibió a cambio Cerdeña, que se convirtió en el reino de su hijo Carlos; Saboya obtuvo el título de rey de Sicilia; y Francia se comprometió a retirar sus tropas de España y a expulsar al cardenal Alberoni.
Consecuencias de la guerra
La guerra de la Cuádruple Alianza supuso un fracaso para las ambiciones españolas de recuperar su antiguo esplendor y una consolidación del equilibrio europeo establecido en Utrecht. España tuvo que aceptar su papel secundario en el concierto de las potencias y renunciar a sus pretensiones sobre Italia. Sin embargo, la guerra también tuvo algunos aspectos positivos para España: logró conservar Cerdeña, que le permitió mantener una presencia en el Mediterráneo; fortaleció su unidad interna, al superar las divisiones entre borbónicos y austracistas; y estimuló el desarrollo de su industria militar y naval, que le permitiría afrontar con más recursos los futuros conflictos.
La guerra también tuvo consecuencias para las otras potencias: Gran Bretaña consolidó su hegemonía naval y comercial, especialmente en el Atlántico; Francia recuperó su influencia política en Europa, al actuar como mediadora entre los contendientes; Austria se convirtió en la principal potencia italiana, al controlar Nápoles y Sicilia; y los Países Bajos mantuvieron su papel de garantes del equilibrio europeo, al evitar que ninguna potencia dominara el continente.



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