La batalla de Filipos, que en realidad fueron dos – el primer enfrentamiento el 3 de octubre del año 42 a. C., y el segundo veinte días más tarde – pareció que por fin ponía punto y final a los últimos reductos de la causa republicana, pero nada más lejos de la realidad. Si bien la derrota de Casio y Bruto supuso un golpe mortal a manos de los triunviros Marco Antonio y Octavio, mientras que Lépido se quedaba en Italia, aún faltaba un fleco que resultó ser más molesto de lo que un principio se pensaba, fleco encarnado en el hijo más joven de uno de los más grandes generales y estadistas que Roma había dado por entonces. Se trataba de Sexto Pompeyo Magno Pío, hijo de Pompeyo el Grande, fruto del tercer matrimonio de Pompeyo con Murcia Tertia, y hermano menor de Cneo Pompeyo el Joven.
Relato basado en el artículo de Marcos Uyá Esteban de la revista digital Historia Rei Militaris nº7