El Ejército Blanco de la guerra civil rusa fue una coalición de fuerzas anticomunistas que lucharon contra el gobierno bolchevique entre 1917 y 1921. El Ejército Blanco no era un ejército unificado, sino una serie de movimientos locales con diferentes objetivos, ideologías y líderes. Algunos de ellos eran monárquicos, otros liberales, otros nacionalistas o separatistas. Lo que los unía era su oposición al comunismo y su lealtad al zar Nicolás II, que había sido ejecutado por los bolcheviques en 1918.
El Ejército Blanco se enfrentó al Ejército Rojo, que era el brazo armado del gobierno revolucionario. El Ejército Rojo contaba con el apoyo de la mayoría de los obreros, campesinos y soldados, que habían sufrido las penurias de la Primera Guerra Mundial y la represión del régimen zarista. El Ejército Rojo también tenía el respaldo de algunos países extranjeros, como Alemania, que veía en el comunismo una amenaza para su hegemonía en Europa.
La guerra civil rusa fue un conflicto sangriento y devastador, que causó millones de muertos, heridos y refugiados. El Ejército Blanco nunca logró coordinar sus acciones ni obtener el apoyo popular suficiente para derrocar al gobierno bolchevique. Además, sufrió la intervención de las potencias aliadas, que enviaron tropas y armas para apoyar al Ejército Blanco, pero también para proteger sus intereses económicos y geopolíticos en Rusia.
El Ejército Blanco fue derrotado definitivamente en 1921, cuando el último bastión antibolchevique, Crimea, cayó ante el avance del Ejército Rojo. Muchos de sus miembros huyeron al exilio o fueron capturados y ejecutados por los vencedores. El Ejército Blanco dejó un legado de resistencia al comunismo, pero también de violencia y represión contra sus adversarios políticos y sociales.
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